
Entre la primera edición de Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Ed. Personal, 2001), primer poemario publicado de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) que recupera ahora Alfaguara, y la aparición de Antibiótico (Visor, 2012), este escritor se ha convertido en una referencia imprescindible en la literatura contemporánea. La trayectoria trazada entre esos dos puntos le ha permitido avanzar en su propuesta estética y alcanzar el reconocimiento mediático y del público.
AFM ha ido alejándose progresivamente de la experiencia personal intransferible para adentrarse en lo universal. El escritor lleva a cabo un proceso de destilación que le mueve a desbastar el lenguaje y su discurso, a tomar distancia respecto de la narración para decantarse por la enunciación del estatismo de la imagen, por el milagro del suceso. Antibiótico se instituye como la máxima expresión de su postpoética.
40PUTES: En tu último poemario se detecta un abandono de la lírica a favor del ritmo. Si tus versos fueran compases de batería, ¿de qué tema formarían parte?
Agustín Fernández Mallo: Bueno, me gustaría matizar eso. En mi opinión, no hay un alejamiento de la lírica, hay incluso una intensificación por cuanto se da en elementos menos previsibles, más ásperos que los temas convencionales de la poesía, pero con igual o más intensidad; de hecho creo que es mi libro más sentimental y al mismo tiempo duro. Contestando a tu pregunta del ritmo de batería, si tuviera que poner un símil –por apuntar alto-, diría que me gustaría que se pareciera a los ritmos y desarrollos de batería de Stewart Copeland, el batería más talentoso de la historia de ese instrumento. Sobre una factura clásica, un cúmulo de contrapuntos, pequeñas digresiones de caja, un charles enloquecido sobre un bombo 100% rítmico, contratiempos “civilizados” pero desestabilizadores de la experiencia sonora, y toda una serie de tangentes y puntas de “locura bien empaquetada”. Eso tiene que ver, creo, con algunas técnicas que en el cine aplica David Lynch: un ligero desenfoque de lo real. Líneas de fuga un ritmo estable que proponen otros ritmos y territorios, los apuntan, no los exploran en su totalidad.

40PUTES: Antibiótico consta de un solo poema de larga extensión –unas cien páginas- en el que se desarrolla una voz poética cercana al quietismo que examina cuanto le rodea. La acción personal y la decisión tienen lugar a través de él, mero canal. La percepción origina que su objeto estalle en mil pedazos: el ejercicio de observación caleidoscópica –carente de verdad única- construye la obra. La incógnita de la identidad sobrevuela el poemario. ¿Cómo se resuelve el misterio de la carne en el siglo XXI?
AFM: El misterio de la carne no se resuelve, sólo se ensayan soluciones. A mi modo de ver, el cuerpo como carne –no como alma-, es el tema de nuestro tiempo, todo pasa a través del cuerpo, incluso las revoluciones sociales pasan por el cuerpo, que se ha convertido en un polo atractor de pensamiento y factualidad. Este poemario, Antibiótico, sigue la estela o desarrolla temas que estaban en Joan Fontaine Odisea, ahí también aparecía la carne como uno de los pivotes. El misterio de la carne consiste en que nos hemos dado cuanta de que la carne lo es todo. Y eso es algo que, viniendo de una tradición judeocristiana y helénica, nos cuesta aún entender. Lo que importa no es la carne en sí, sino las relaciones que se establecen entre los cuerpos, los links que conforma la gran red de carne que es ya el Planeta.
40PUTES: El tiempo hace parpadear al objeto, engulle al mundo. “Pero tarde o temprano amanece, el sol,/tabulado en la persiana indica/que su verso es siempre el mismo verso,/y que además/está vacío” (pág. 11). ¿De qué está hecho el presente? ¿Son alucinaciones el tiempo futuro y el pretérito?
El presente está hecho de presente. Tal tautología supone para mí que el viaje en el tiempo, el viaje verdaderamente real -no las macarradas y a menudo chapuzadas de la ciencia ficción-, consiste en la reunión que hacemos a cada instante de todo lo pasado y de todo lo futuro –en tanto éste proyección del presente-. A mi modo de ver, el tiempo sólo es presente y está hecho de capas de todo lo que ha existido y todo lo que existirá. No es un tiempo vectorial o hegueliano, sino más bien una superficie que se va ampliando, o un gran contendor de objetos y relaciones. Esto tiene que ver con ideas de pensadores y artistas tan dispares como Lévi Strauss, Robert Smithson o Deleuze y Guattari cuando hablan de la diferencia entre Historia y Devenir. El presente es puro Devenir, sistema complejo abierto. Historia es la recapitulación a posteriori, un relato determinado y determinista, una ficción solidificada. La poesía que me interesa trata del Devenir, no de la Historia, o mejor dicho, se articula como un Devenir, un espacio abierto más que un tiempo dado. ¡Pero Antibiótico no es tan teórico, ni siquiera es teórico, aunque haya en él pensamiento!
.40PUTES: El mundo, si existe, es un milagro. Hasta el más ínfimo acontecimiento se puede calificar de excepción. ¿Es el verso la anomalía de la página en blanco?
AFM: Bueno, esto es interesante para mí, ya que sí, se puede definir el verso como una fractura infinitesimal en una cordillera de nieve, y que, no obstante, por amplificación de su escala, termina por generar un alud. El verso como generador de “catástrofes”. Supongo que todo verso es eso, o no es.
40PUTES: Absolutamente todo parece susceptible de poetización. En Antibiótico tienen cabida Carolina de Mónaco, el Big Bang, el verso y la prosa, el paso del tiempo, el amor, la moda, San Juan dela Cruz, anuncios publicitarios, moteles de carretera, heces, tickets de supermercado, canciones de Esplendor Geométrico y de Parálisis Permanente, titulares de noticias, ecuaciones y otras muchas referencias. ¿Le debe más tu literatura a Shakespeare, a Stephen Hawking o a la movida madrileña?
AFM: No lo sé, porque le debe su carácter a muchas más cosas. Si tuviera que resumirlas, diría que se trata de un sentimiento clásico de lo místico articulado a través de la poesía ortodoxa, de las ciencias y de la sociedad de consumo, con todo lo que ello implica. Por ejemplo, los códigos de barras, que son objetos tremendamente incorpóreos y al mismo tiempo definen los productos y el mercado. En este sentido, también es muy político, aunque nunca explícito, ¡por favor!
40PUTES: Enumera tres maneras de zafarte de tu propia muerte.
AFM: No tengo ningún interés en zafarme de mi propia muerte, en tanto es una experiencia que no viviré, la muerte pertenece a la vida pero al mismo tiempo está fuera de la vida. La muerte “no es vivida”. Eso es muy raro, ¿no? Acerca de esto, ahora al volver a leer, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, escrito en 1999, me he dado cuenta de que el tema de la muerte estaba muy presente en él. Después, durante los siguientes poemarios y novelas lo toqué sólo tangencialmente. Y en Antibiótico regresa con mucha fuerza. No sé. Eso voy a pensarlo bien.
Foto: Aina Llorente
» Escribir cuentos o ensayos, dibujar, fotografiar, cantar, filmar o realizar collages y apropiaciones, acerca de la dilución del ego, de la multiplicación de la individualidad, de la fragilidad de la frontera entre el yo y los otros. Desde cualquier género o ambición, desde el pop o desde la vanguardia, del pulp a la divulgación científica.»