Duplicación [filmar América 7]

12 comentarios para “Duplicación [filmar América 7]”

  1. Luis dice:

    Ahora la cámara seguiría en un largo traveling al hombre que lleva las bolsas en la mano, daría un giro brusco en la esquina y comenzaría Erase una vez en America II, enfocando a través del cristal a Robert De Niro tomando café sentado en un restaurante.

  2. agustín dice:

    Habría que hacer aquello de «seguir a una persona», pero hasta el final.

  3. artaraz dice:

    Pobre Mantis, la han dejado plana, el loro del espejo reflectante, bien planito, del sonido nada puedo decir porque en la casa de cultura no hay auriculares y el sonido está completamente desactivado. Yo de pajaros estoy algo exausta porque aquí es el sonido principal del pueblo, también cansa. Los relojes, el tiempo, oh, el tiempo mucho tendría que decir al respecto.
    Abrazos!

  4. artaraz dice:

    Exhausta, madre mía! sorry

  5. Programa 3.6 dice:

    La duplicación no genera dos iguales, ya sea porque no ocupa el mismo lugar que el original, ya porque todas las cosas tienen una memoria segunda que se prolonga misteriosamente en medio de significaciones nuevas.

    Como ejemplo duplico un estracto de las Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino, para que se pueda apreciar su memoria segunda.

    LAS CIUDADES CONTINUAS. 1
    La ciudad de Leonia se rehace a si misma todos los días: cada mañana la población se despierta entre sábanas frescas, se lava con jabones apenas salidos de su envoltorio, se pone batas flamantes, extrae del refrigerador más perfeccionado latas aún sin abrir, escuchando las últimas retahílas del último modelo de radio.
    En los umbrales, envueltos en tersas bolsas de plástico, los restos de la Leonia de ayer esperan el carro del basurero. No solo tubos de dentífrico aplastados, bombillas quemadas, periódicos, envases, materiales de embalaje, sino también calentadores, enciclopedias, pianos, juegos de porcelana: más que por las cosas que cada día se fabrican, venden, compran, la opulencia de Leonia se mide por las cosas que cada día se tiran para ceder lugar a las nuevas. Tanto que uno se pregunta si la verdadera pasión de Leonia es en realidad, como dicen, gozar de las cosas nuevas y diferentes, y no más bien el expeler, alejar de sí, purgarse de una recurrente impureza. Cierto es que los basureros son acogidos como ángeles, y su tarea de remover los restos de la existencia de ayer se rodea de un respeto silencioso, como un
    rito que inspira devoción, o tal vez sólo porque una vez desechadas las cosas nadie quiere tener que pensar mas en ellas. Dónde llevan cada día su carga los basureros nadie se lo pregunta: fuera de la ciudad, claro; pero de año en año la ciudad se expande, y los basurales deben retroceder mis lejos; la importancia de los desperdicios aumenta y las pilas se levantan, se estratifican, se despliegan en un perímetro cada vez más vasto. Añádase que cuanto más sobresale Leonia en la fabricación de nuevos materiales, más mejora la sustancia de los detritos, más
    resisten al tiempo, a la intemperie, a fermentaciones y combustiones. Es una fortaleza de desperdicios indestructibles la que circunda Leonia, la domina por todos lados como un reborde montañoso.
    El resultado es éste: que cuantas más cosas expele Leonia, más acumula; las escamas de su pasado se sueldan en una coraza que no se puede quitar; renovándose cada día la ciudad se conserva toda a sí misma en la única forma definitiva: la de los
    desperdicios de ayer que se amontonan sobre los desperdicios de anteayer y de todos sus días y años y lustros.
    La basura de Leonia poco a poco invadiría el mundo si en el desmesurado basurero no estuvieran presionando, más allá de la última cresta, basurales de otras ciudades que también rechazan lejos de sí montañas de desechos. Tal vez el mundo entero, traspasados los con fines de Leonia, está cubierto de cráteres de basuras, cada uno, en el centro, con una metrópoli en erupción ininterrumpida. Los límites entre las ciudades extranjeras y enemigas son bastiones infectos donde los detritos de una
    y otra se apuntalan recíprocamente, se superan, se mezclan.
    Cuanto más crece la altura, más inminente es el peligro de derrumbes: basta que un envase, un viejo neumático, una botella sin su funda de paja ruede del lado de Leonia, y un alud de zapatos desparejados, calendarios de años anteriores, flores
    secas, sumerja la ciudad en el propio pasado que en vano trataba de rechazar, mezclado con aquel de las ciudades limítrofes finalmente limpias: un cataclismo nivelará la sórdida cadena montañosa, borrará toda traza de la metrópoli siempre
    vestida con ropa nueva. Ya en las ciudades vecinas están listos los rodillos compresores para nivelar el suelo, extenderse en el nuevo territorio, agrandarse, alejar los nuevos basurales.

    LAS CIUDADES CONTINUAS. 2
    Si al tocar tierra en Trude no hubiese leído el nombre de la ciudad escrito en grandes letras, hubiera creído llegar al mismo aeropuerto del que partiera. Los suburbios que tuve que atravesar no eran distintos de aquellos otros, con las mismas
    casas amarillentas y verdosas. Siguiendo las mismas flechas se contorneaban los mismos canteros de las mismas plazas. Las calles del centro exponían mercancías embalajes enseñas que no cambiaban en nada. Era la primera vez que iba a Trude,
    pero conocía ya el hotel donde acerté a alojarme; ya había oído y dicho mis diálogos con compradores y vendedores de chatarra; otras jornadas iguales a aquélla habían terminado mirando a través de los mismos vasos los mismos ombligos ondulantes.
    ¿Por qué venir a Trude? me preguntaba. Y ya quería irme.
    —Puedes remontar el vuelo cuando quieras— me dijeron—, pero llegaras a otra Trude, igual punto por punto; el mundo está cubierto por una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto.

  6. Programa 3.6 dice:

    Dejo otro más y me piro.
    Bueno también dejo el enlace:
    http://www.accionpropaganda.org/biblioteca/libros/C/Calvino,%20Italo%20-%20Las%20Ciudades%20Invisibles.pdf

    LAS CIUDADES CONTINUAS. 3
    Cada año en mis viajes hago alto en Procopia y me alojo en la misma
    habitación de la misma posada. Desde la primera vez me he detenido a contemplar el
    paisaje que se ve corriendo la cortina de la ventana: un foso, un puente, una pequeña
    pared, un árbol de serbo, un campo de maíz, una zarzamora, un gallinero, un lomo
    de colina amarillo, una nube blanca, un pedazo de cielo azul en forma de trapecio.
    Estoy seguro de que la primera vez no se veía a nadie; fue sólo al año siguiente
    cuando, por un movimiento entre las hojas, pude distinguir una cara redonda y chata
    que mordisqueaba una mazorca. Después de un año eran tres sobre la pequeña
    pared, y al volver vi seis, sentados en fila, con las manos sobre las rodillas y algunas
    serbas en un plato. Cada año, apenas entraba en la habitación, levantaba la cortina y
    contaba algunas caras mis: dieciséis, incluidos los de allí abajo en el foso;
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    veintinueve, ocho de ellos acurrucados en el serbo; cuarenta y siete sin contar los del
    gallinero. Se asemejan, parecen amables, tienen pecas en las mejillas, sonríen, alguno
    con la boca sucia de moras. Pronto vi todo el puente lleno de tipos de cara redonda,
    en cuclillas porque ya no tenían más lugar para moverse; desgranaban las mazorcas,
    después roían las raspas. Así un año tras otro he visto desaparecer el foso, el árbol, el
    serbo, ocultos por setos de sonrisas tranquilas, entre las mejillas redondas que se
    mueven masticando hojas. No se puede creer, en un espacio reducido como aquel
    campito de maíz, cuánta gente puede haber, sobre todo si se sientan abrazándose las
    rodillas, quietos. Deben de ser muchos más de lo que parece: he visto cubrirse el
    lomo de la colina de una multitud cada vez más densa; pero desde que los del puente
    tomaron la costumbre de ponerse a horcajadas uno sobre los hombros del otro, no
    consigo llegar tan lejos con la mirada.
    Este año, por fin, al levantar la cortina, la ventana encuadra sólo una extensión
    de caras: de un ángulo al otro, en todos los niveles y a todas las distancias, se ven
    esas caras redondas, quietas, chatas, con un esbozo de sonrisa y en el medio muchas
    manos que se sujetan a los hombros de los que están delante. Hasta el cielo ha
    desaparecido. Da lo mismo que me aleje de la ventana.
    No es que los movimientos me sean fáciles. En mi cuarto nos alojamos
    veintiséis: para mover los pies tengo que molestar a los que se acurrucan en el suelo,
    me abro paso entre las rodillas de los que están sentados en el arcón y los codos de
    los que se turnan para apoyarse en la cama: todas personas amables, por suerte.

  7. Juan de Madre dice:

    Interesante video; para mi el mejor de la serie.
    Programa 3.6; precisamente ahora estoy leyendo «Las ciudades invisibles». La típica lectura imprescindible, pendiente, que te esquiva a lo largo de los años (parecido me pasó con Mobydick); ahora entiendo que ese libro me quedará pendiente para siempre, porque el que leo no es el libro que había imaginado, que esperaba, que guardaba en la estanteria; se parece, pero es otro.

  8. Programa 3.6 dice:

    Eso me recuerda a que como las cosas no tienen significado (último), podemos seguir reinterpretando siempre el pasado y éste siempre es nuevo según se nos presente (el futuro es una relectura del pasado).
    ¿No has pensado, Juan de Madre, que tu lectura presente puede que esté siendo otra no lectura pasada por duplicado?

    (Perdona la brona, Juan, pero es que llevo una mañana de troncharme mientras deconstruyo un trabajo que tengo que presentar ahora en septiembre sobre la tesis)

  9. Juan de Madre dice:

    Perdomado!

  10. Banús dice:

    Universo en paralelo: duplicación de observadores.

  11. Santiago dice:

    Querido Agustín, por acá seguimos esperando tus escaneos del Manifiesto Cornell-Niza y del Manifiesto Feria del Libro de Madrid. No llega Quimera a la tierra de Chávez, por más que digan que el sur es una quimera. Un abrazo de tu fiel lector,
    S.

  12. F.I.E.R.A dice:

    Agustin,
    estás empezando a dar mucha envidia.
    Besos.

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